
Estamos a finales de los años 90. Juegan el equipo de los Corral contra el Palafox en una especie de cuadrangular organizado en las calles de Ecatepec. En la zona, aún es tiempo de milpas, granjas, organizaciones agrarias y mercados públicos. También, de pequeños torneos en las canchas de futbol.
El encuentro entre los equipos vecinos ocurre en medio del tránsito, sobre el polvo y la tierra. Los Corral son familia y, en un deporte en el que se creía que sólo podían practicar los niños, tienen en sus filas a una pequeña que trae el gol entre los pies: su nombre es Charlyn.
“Recuerdo mucho una frase que nos decía don Jorge, mi papá: ‘si vamos a una cancha es para aprender a ganar. Si nadie nos saca (vence), debemos dejarla para conquistar otra’. Y así nos la pasábamos lunes, martes y miércoles. Los rivales ya nos conocían”, cuenta en entrevista para EKTPNC.
Entre esos equipos está el Palafox, formado por puras niñas. Entonces, en esos encuentros, ganar y competir era distinto. “Ahí sí que era yo. Sentía que me transformaba, que dejaba de ser la niña tímida que no hablaba ni tenía amigos en la escuela”.
Con los goles de Charlyn Corral, la familia fue conquistando todas las tierras de Ecatepec, el municipio más poblado del Estado de México, pues en el equipo participaba su hermano George, un año más grande que ella, y ambos tenían el apoyo de su papá, don Jorge.
Por las calles de su colonia, Venta de Carpio, al norte del municipio, algunos niños, los más futboleros, suelen hablar de Jorge Campos y Luis Hernández, sueñan con los Mundiales. Mientras que los que no sienten amor por la pelota, recorren el barrio en sus patines del diablo y avalanchas.
“Mi papá me decía que debía ser más cabrona. Y eso aprendí en Ecatepec. Recuerdo un municipio sin tantas casas ni tanta tecnología. Sólo lo necesario: niños jugando sobre las calles, con un balón de futbol, una avalancha o una bicicleta. Sin redes sociales. Las niñas me veían mal porque jugaba con hombres. Decían que el futbol era un deporte para niños, pero no me importaba. En las canchas, yo sabía que les daba miedo”.
Charlyn Corral: la niña prodigio
Los primeros partidos de Charlyn Corral fueron en Venta de Carpio, ante equipos varoniles (de 11 o 12 años) que le doblaban la edad. Pese a los cuidados de su papá, ella tenía miedo. Pero aprendió a jugar. Y ya desde entonces era una futbolista notable. De esas que alegraban los sábados y domingos de quienes, durante varios años, la vieron en las canchas del barrio. Con George, sin embargo, tuvo varias peleas: todas relacionadas con el balón. Había una guerra entre ellos dos cuando se trataba de ganar o perder.
“En ese tiempo, me di cuenta que podía competir con mi hermano en técnica y control del balón. Hasta podía ganarle. Pero en el físico no, porque siempre existió una diferencia”, cuenta Charlyn Corral.
Su afición por el futbol era tan grande que su vecina hizo crecer los muros de su casa para evitar la fatiga de devolverles los balones que continuamente volaban los hermanos.
La infancia de Charlyn estuvo vigilada por don Jorge, mientras su madre trabajaba y llegaba por las noches. “Aunque mi familia era humilde, nunca me faltó nada para vivir”, agrega.
A los 10 años, la niña ecatepense hizo pruebas para jugar en Pumas y se quedó. A partir de entonces, su carrera siguió por diferentes caminos hasta llegar a la Selección Femenil.
En febrero de 2006, la FIFA la nombró “La nueva niña prodigio del futbol mundial”, concepto enmarcaba su estreno como seleccionada nacional con tan solo 13 años. Disputó los Mundiales de Alemania 2011 y Canadá 2015, lo que causó mucha expectativa y se convirtió en la jugadora más joven en anotar en una Copa del Mundo, con tan solo 14 años.
“A veces pienso que todo avanzó muy rápido. Miro hacia atrás y me preguntó: ¿cómo lo hice? Desde chiquita soñaba con estar en uno de los mejores equipos del mundo, en una Liga competitiva y poder ser reconocida en mi país. La realidad superó la ficción. Me siento agradecida de todo lo que me ha pasado. Tendría para escribir un libro, aunque no todo haya sido bueno. Viví cosas que me hicieron fuerte y que me ayudaron a ser lo que soy ahora”, confiesa Charlyn Corral.
Pichichi mexicana
Otro de sus récords está en el libro Guinness al ganar un concurso de dominadas en el que durante una hora y 45 minutos tocó el balón 8,671 veces sin que cayera. A sus 27 años, se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera al combinar juventud con madurez profesional. Jugó en Estados Unidos donde también estudió Administración del Deporte, en la Universidad de Louisville, en Kentucky.
Probó suerte en Finlandia y desde 2015 se fue a España, por el Levante, escuadra en la que se convirtió en la primera mujer en tener un Trofeo Pichichi —máximo galardón que se entrega en el futbol español a quien logra anotar el mayor número de goles durante una temporada—. El único mexicano que lo había logrado antes era Hugo Sánchez y lo hizo cuando Corral aún no había nacido.
Mientras recuerda todo eso, la cinta regresa al punto que se detuvo antes, en su infancia.
Después de vencer al Palafox, los Corral terminan su jornada y don Jorge ha vuelto a buscar algunos videos de Diego Armando Maradona, su ídolo, para mostrarle a sus hijos más movimientos. Hasta entonces ninguno sabía que en menos de 20 años su hija estaría jugando en el Atlético de Madrid, que anotará goles en la Champions League y será una de las futbolistas mexicanas más reconocidas en el mundo.
Y ella sigue así…“’Conquistar tierras’, decía él, como lo hicimos en nuestro barrio. Es una filosofía de vida: llegar como novata a un lugar y terminar ganándome su respeto”, dice Charlyn Corral.